Abran sus mentes por María De Las Victorias Saez Abarrategui – Lic. en Psicología

¿Qué decimos cuando expresamos “abramos la mente”? Cada vez que leo o escucho esta frase me recuerda a una profesora de la saga de Harry Potter (los que me conocen saben que soy fanática), la profesora Trelawney quién dictaba Adivinación en Howard. Su materia era bastante diferente de las demás, ya que no se trataba de leer sino de intuir, cosa que sus alumnos no estaban acostumbrados a hacer. Por esta razón en una ocasión tomó a uno de sus alumnos de la cabeza, lo sacudió un poquitín, y les dijo a todos “!abran sus mentes!”, haciendo referencia que no todo está en los libros, sino que tenían que mirar la realidad con otros ojos. Si esta profesora nos diría esto a nosotros, ¿a qué se estaría refiriendo? ¿Qué nos estaría diciendo? ¿A qué nos exhortaría?

Abramos nuestras mentes. Pensaba en eso estos días, frente a situaciones de mi vida personal donde la realidad me invitó a que lo haga. ¿Cómo son nuestros parámetros de la realidad? ¿Cuán dispuestos estamos a que la realidad nos sorprenda y nos invite a verla de otra manera? ¿Cómo acomodar nuestros parámetros existentes a la nueva realidad? ¿Qué pasa cuando nos quedamos anclados en lo que fué sin darnos el permiso de ver qué será?

Pensaba en que abrir la mente no significa coincidir con todas las personas, con todos las formas de pensar, con todas y cada una de las miles de formas de actuar de las personas con las que me cruzo…abrir la mente significa simplemente poder entender que el otro es otro y como tal puede pensar, sentir, vivir, amar de una manera diferente a la mía. Abrir la mente significa que esta forma diferente no nos inhabilita a él ni a mí, sino que desde esa diferencia es que podemos crecer juntos, aprender juntos y diferenciarnos juntos. No estoy pensando, querida gente linda, en cuestiones políticas (a las que también se les puede aplicar el concepto claramente), sino en cosas de la cotidianeidad de nuestras simples y complejas vidas. En las formas de amar y de pensar una pareja; en las pautas que el armado de a dos configura la vida en común; en las maneras de criar a nuestros hijos qué cambian y crecen tán rápido (perdón me puse sentimental); en el mirar y elegir a un ser amado, o quien se anima uno a amar; en las experiencias de alegría o diversión; en las formas de encarar un trabajo o en la renovación del mismo; en los caminos de crecimiento espiritual; en las experiencias sexuales que generalmente son tabúes…y así esta atrevida psicóloga podría seguir enumerando.

Pero cuánto nos cuesta animarnos a romper los esquemas predeterminados que traemos desde nuestras familias de origen, desde nuestros primeros vínculos de amistades, desde nuestra formación académica (educación formal). ¿Por qué? ¿A qué le tenemos miedo? ¿A la mirada del otro? ¿A lo que los demás pueden pensar de estos nuevos pensamientos, visiones, sentimientos que se agolpan por salir?

Cuánto nos pesa la mirada del otro, cuánto nos presiona a la hora de SER. Sin embargo que liberador cuando nuestra alma puede empezar a soltarse y a disfrutar de aquello que anhela. No estoy acá hablando de romper todos los moldes y salir disparado al polo opuesto desde donde arrancamos el proceso (que si así se desea lógicamente se puede realizar), simplemente me planteo y les planteo “abramos nuestras mentes”.

Animarnos y animar a otros para que lo hagan, no nos detengamos, ni los detengamos.

Pensaba por un lado en nuestras propias vidas, en estimular el cambio interior (al menos), digo interior porque por ahí se empieza. Si no me animo a que el interior sea atrevido, desfachatado, no puedo esperar que mis acciones así lo sean. Me río de pensar en todas aquellas cosas que no me animaba a hacer por la necesidad de “parecer” de tal cual manera, y en cómo me atrevo a disfrutarlas ahora, en cómo disfruto ser más payasa que antes, un poco más desvergonzada y desfachatada…los que me conocen se estarán preguntando ¿Aún más? La respuesta es Si, pero por qué así se despliega mi alma…de no ser así este no sería el camino. Las respuestas las encuentro en momentos de estar en “modo tortuga” dentro del caparazón mirando quien soy, cómo estoy y qué es lo que necesito.

A la vez pensaba en todas aquellas personas con las que me encuentro dentro y fuera del consultorio a quienes intento animar a que hagan el mismo proceso. A que se animen a ver de manera diferente todo aquello que dieron una vez por sentado y que hoy queda obsoleto, a que puedan formar cosas nuevas con los escombros de lo que no fue (que es muy diferente a reconstruir), a que se animen a probar aquellas cosas que en algún momento alguien les dijo que no podían, a que se atrevan a mirarse diferente al espejo, a que el cambio es posible en tanto y en cuanto sea para el crecimiento personal.

Estimular el cambio en otros pero desde el otro, no desde mi, desde lo que el otro necesita hoy y ahora, no la visión de lo que yo creo que él debería hacer…

Los invito a que de a poco se atrevan a ser atrevidos, se animen a animarse solo a pensar y a sentir cosas diferentes. Digo solo porque para dar los pasos para el afuera la cosa se vuelve un tanto más compleja porque hay que enfrentar a un otro que nos mira (como hable en párrafos anteriores). Pero solo el pensar, el imaginar, y el sentir cosas desfachatadas (en relación a nuestro hoy) ya nos transforma, el actuar viene solo, no hay que apresurarlo.

Y por supuesto exhorto a que ayudemos a otros en esta búsqueda.

Agradezco a todas aquellas personas que de una forma u otra me alentaron a mutar, a animarme a vivir y a ser quien hoy soy: la mamá que elijo ser, la terapeuta que prefiero ser, la amiga que opto ser, la pareja que decido ser y sobre todo la MUJER que vive en lo profundo me mi ser y que invité a SER…

María De Las Victorias Saez Abarrategui – Lic. en Psicología

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